El sol se ocultó de una vez por todas,
permitiéndome así, comenzar de nuevo
con mi nueva rutina, la que termina
cuando este regresa, y aclara todo.
Comienzo por lo obvio, mirando el cielo,
usualmente, nublado por completo.
Y, cuando la lluvia me permite ver,
solo encuentro estrellas a lo lejos.
Entonces me voy, descalzo, hacia a el mar
con la esperanza de ahí encontrar
su rizado reflejo, o al menos
sentir su gentil fuerza en las olas.
Después de fracasar, comienzo a vagar
por cada calle, temiendo lo peor:
Que aquella luna, mi hermosa luna,
ahora brille para alguien más.