Un chico y una chica

Un chico se sienta en la calle, en la oscuridad (solo)
frente a él, una ventana colmada de luz y miel (se abre)
alguien sale y libera un profundo suspiro azul (una chica)
pero algo gris sigue preso ahí, muy dentro de ella (aun)

Él la mira. Sus ojos brillan como cada noche ahí.
Y él desea, tomarla de la mano y escapar así.

Una chica, con el alma encarcelada, necesita paz
Sale a la ventana y envuelta por la fría libertad ahí,
Mira hacia el cielo y le susurra un sueño diario de amor
Si el cielo contestara, su alma no gritara por su corazón.

Finalmente, mira hacia abajo y lo ve ahí.
Apenado, sentado en la calle, vestido de azul.

Él saluda, extiende su mano y su sonrisa a ella.
Finalmente, escapará de la oscura soledad.

Ella mira, un cielo en sus ojos y decide así
liberar su alma del dolor en su dañado
corazón.

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Una Tarde de Abril

Sentada, en la sombra gris
de un árbol bajo el sol de abril,
dibujaba sobre papel:
algunas estrellas y un mar;
una sonrisa, en su rostro;
una mirada, sobre él
y todos sus sueños, en las nubes.

Sentado junto a ella está,
planeando hacerla sonreír.
Entre sus manos, una flor,
que guardará en su corazón.
Él le sonríe sin querer…
son besos que quieren volar
y estrellarse, sin pensarlo,
en la sonrisa frente a él.

Sentados, en la sombra gris
de un árbol bajo el sol de abril,
hace muchos años atrás,
se quedaron juntos los dos.
Y cada día, en papel,
dibujan estrellas y el mar.
A las nubes, repletas ya,
ha conquistado su amor.

Cuerpos Azules

Ya quisiera poder tocar las estrellas,
deslizar mis dedos entre ellas,
diluirlas como nubes,
sentir sus cuerpos fríos.

Pero sí siento sus pesadas miradas,
destellos que viajan tanto,
brillando melódicamente,
cargadísimas de ese secreto tan suyo.

Y que solo la lluvia puede encubrir
con su llanto de infinitas lágrimas.
Otra melodía, siempre en graves.
Melodías perdidas, sin rumbo y sin hogar.

Tangible es en ellas la eterna soledad
del deseo tendido al sol de trascender
donde nunca nadie llegó,
una asíntota, un vacío imperceptible.

Una ilusión, una quimera,
un escenario montado a diario,
donde la primera fila, con suerte, se llena.
Y el tiempo vacía poco a poco.

Mójate los labios y sueña

09/Oct/2012

Despertás cada día nuevo
con la paciencia de poder esperar
diesiocho horas para volver a dormir
y así poder volver a soñar.

No se trata de estar bien o estar mal;
tener razón o esperar al azar.
Tus ansias son más grandes que el miedo aquel
que crees tener cuando crees en caer.

Tomá tus cosas y vestite formal
porque esta noche entera, vas a volar.

Cierra tus ojos,
siente la brisa,
mójate los labios
y comenzá a soñar.

¿Que tanto harás allá arriba? No sé.
¿Otra dimensión, complemento de esta?
Y no lanzas una sola escalera;
querés ver un mérito propio.

Inspirás un vuelo a otros planetas:
destellos y lunas (convoy espacial)
y estrellas en crema, a miles de años,
a millones de años, de años luz.

Tomá tus cosas y vestite casual
porque en esta noche larga, vamos todos a volar ¡Hey!

Cierra tus ojos,
siente la brisa,
mójate los labios
y comenzá a soñar.

La osa y la estrella

Una luz intensa, quizá la más brillante de todas, acarició suavemente el bosque a su paso. La gran mayoría de criaturas que lo habita no se percató de ello.

Una de las pocas despiertas era Ángela, la osa más joven de su manada. Quien con gran emoción, pensó que se trataba de esos trozos de piedra celestial que caen de vez en cuando. Corrió para averiguarlo. Sus cuatro patas, guiadas por su instinto, la llevaron hasta un cráter. Había cientos, no, miles de pequeños brillantitos esparcidos que irradiaban una paz penetrante para aquel que estuviera cerca. Una sensación nueva para Ángela. Sigue leyendo «La osa y la estrella»