Ángel de la Guarda. Capítulo I

No sé si les ha pasado. Están medio despiertos y escuchan todo alrededor: el sonido de los pájaros, el motor de un carro pasando a lo lejos y, con mala suerte, un vecino escuchando rancheras a buena mañana. Pueden sentir la suavidad de su cama y la calidez de la sábana que les envuelve, convirtiéndonos en un burrito, muy pero muy mal amarrado. Incluso con los ojos cerrados, es posible ver ese tenue y tranquilo color del día… ni tan temprano ni tan tarde.

Todo va bien hasta que escucho la alerta de mensaje de mi teléfono. Ahora todo está lleno de inquietud. Todo es molesto. Hay cualquier cosa alrededor menos tranquilidad. Solo al pendejo de Jonathan se le ocurre meter clases los domingos a las seis y veinte de la mañana. De un brinco, salgo de la cama y casi tropiezo con la sábana enredada ya en mis pies. Busco el teléfono en la mesa del televisor, donde lo suelo dejar y… no, no está ahí.

Reviso todas las babosadas tiradas en el cuarto. Anoche específicamente tenía que venir y meterme de una vez a la cama. Y es que suelo ser bien ordenado —tengo un amigo, Roberto, que dice que soy así de ordenado porque soy zurdo—, pero anoche se me tuvo que ocurrir no dejar nada listo; como que si no tengo parcial en… ¿donde estás teléfono?… ni sé en cuánto tiempo.  Sigue leyendo «Ángel de la Guarda. Capítulo I»

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Parcialmente parcial

Comprendo que debería estar preocupado. Pero no lo estoy.
Debería preocuparme el hecho que no me preocupa. Pero no lo hace.

Aquí estoy. Sólo sentado. A menos de siete pasos de vos. Inertes los dos.
Vos esperando por mí y yo queriéndote evadir y seguir adelante.

Nunca me preocupó. En mi mente, no vales el tiempo.
Va a pasar lo que va a pasar.

Los residuos previos a esto debe ser suficiente.
Sino pues, obvia y literalmente habré fracasado.

¿Por qué esforzarme? El fin al fin llegó.
Desde el inicio, el esfuerzo no inició.

Te necesito. Sí. Con la mitad de tu potencial me basta.
Y como antes, espero al menos llegar a ello.

Como dijo alguien una vez:
En el aire, sé que soy nada más que menos de lo que podría ser.

Representás menos de lo que crees.
De lo que los demás creen.

El mundo exterior es un mundo exterior a este.
Un mundo ajeno y diferente.

Donde representás nada.
Donde nada de esto representa algo.

Así fui aprendiendo.
Así aprendí.