Recuerdo – 9: Buenos Aires

El Aeropuerto Internacional de Ezeiz, Buenos Aires es el más importante de Argentina en cuanto a vuelos internacionales se refiere, y uno de los más transitados de América del Sur.

Diego nunca había viajado en avión. Su pasaporte incluso se lo sacó Carlos, obviamente a través de contactos. Para la suerte de Diego, no sufrió de ningún tipo de problema, contrario a lo que él creía en un inicio; ya fuera temor a las alturas, mareos e incluso hasta claustrofobia.

Llegaron alrededor de las seis de la tarde al Aeropuerto Internacional de Ezeiza en Buenos Aires, Argentina. Hicieron escala en Panamá donde vieron a personas de todas partes del mundo: asiáticos, negros, europeos, de todas partes. Había muchas personas, según cuenta Carlos, siempre es así en los aeropuertos de Panamá. Diego tuvo la mala suerte de querer ir al baño mientras esperaban transbordar, tardó más de diez minutos poder entrar al baño de lo lleno que estaba.

Desde el aeropuerto, tomaron un taxi hacia el hotel donde se quedarían los siguientes días. Carlos le pidió al taxista que fuera un poco despacio pues era el primer viaje al país de su amigo (Diego) y pudiera así apreciar la ciudad. El viaje hacia el aeropuerto duró una hora, usualmente hubiera durando entre treinta y cuarenta minutos. Llegaron al Hotel Plaza Congreso, como su nombre lo indica, cerca de la Plaza del Congreso. Había muchos hoteles alrededor pero este era el favorito de Carlos.

Decidieron cenar en el hotel pues ambos andaban muy cansados. En el fondo, Diego se moría de ganas por salir a conocer la ciudad, un país totalmente nuevo. Ambos fueron a la cama muy temprano pues Carlos dijo que tenían un día muy largo mañana.

***

Al día siguiente, Carlos despertó a las seis de la mañana a Diego. Diego un poco extrañado y quizá hasta apenado por haber dormido tanto y que Carlos le despertara pues Diego siempre se despierta a las cinco de la mañana, lo más tarde.

A las seis y media ambos estaban en la entrada principal del hotel y de frente a las plazas frente al hotel. De no haber sido por la sugerencia de Carlos, Diego estaría muriendo del frío. Con dos camisetas y un suéter de lana, sólo estaba temblando y deseando entrar de vuelta al hotel. La plaza donde estaba la Fuente del Congreso, le recordaba al Parque Libertad en el centro de San Salvador, en cierta manera y definitivamente en una escala mayor. Pasaron casi dos horas sólo turisteando. Carlos llevaba su cámara y tomaron muchas fotos. Regresaron cerca del hotel donde tomaron su desayuno. Diego, como todo turista emocionado, preguntó por el desayuno más típico de Argentina y lo pidió. Carlos le hizo una mirada de que se iba a arrepentir y así fue pues, traducido al buen salvadoreño, sólo era café con pan dulce. Luego pidió un desayuno más completo ya que no se había llenado.

  • “Hola. Soy Enrique Pleitez. No estoy en la ciudad pero regreso el martes. Dejá un mensaje” – Decía la voz de Ricardo, el hermano de Carlos, con un acento argentino totalmente natural.
  • “Mi hermano no está pero regresa mañana” – Dijo Carlos a Diego.
  • “¿Y qué hacemos mientras tanto?” – preguntó Diego después de unos segundos de duda. No se imaginaba que Carlos diera tan rápido con su hermano, pues se suponía tenía mucho tiempo de no hablar con él. Carlos pensó por unos segundos mientras tomaba los últimos sorbos de café. Puso la taza en la mesa, sonrió y respondió.
  • “Vamos a ver a un viejo gran amigo”

Pagaron la cuenta, salieron del Restaurante Buena Suerte y tomaron un taxi. Casi treinta minutos después, estaban en las afueras de la Clínica Alcla.

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Recuerdo – 8: Nuevo Año

Con el inicio del nuevo año, regresaron las reuniones de La Gran Familia. Esta vez con mayor cautela. Si primer punto en la reunión fue qué hacer con respecto a los individuos que los acechaban.

Había opiniones divididas. Algunos incluso culpaban a Carlos por haber llevado a Diego, ajeno a la familia, ya que fue a él a quien capturaron hacía unos dos meses atrás. Otros se mostraban agradecidos porque fue él y no uno de ellos.

A través de la historia los miembros de La Gran Familia se han estudiado a sí mismos en muchas formas: anatómicamente, biológicamente, neurológicamente, genéticamente y muchas otras palabras que terminan en mente. No hay diferencia alguna entre ellos o cualquier otro ser humano. Así que aunque los capturaran y les hicieran todo tipo de pruebas científicas, no podrían descubrir mayor cosa. Sin embargo, tal y como está en las normas, ningún miembro puede ser capturado por nadie; en caso que sucediera, tomarían cualquier medida para rescatarlo. Y esto es porque han aprendido que siempre hay alguien que va más adelante en la tecnología. Tal vez ya hay alguien que pudiera descubrir sus secretos.

Muchas cosas más salieron a discusión. Alguien propuso ya no reunirse más con argumentos de que si capturaban a alguien más de La Gran Familia, este podía ser interrogado con sueros al igual que Diego. Y en el tiempo que los rescatasen, ya habrían obtenido información delicada como de qué se tratan estas reuniones, nuestras edades reales y otras cosas más.

La discusión se calmó un poco cuando Carlos propuso llamar a su hermano mayor y consultarle su opinión. A pesar que muchos se oponían en el fondo o que tenían esa fea sensación de incapacidad y tener que recurrir a los mayores, pocos lo manifestaron. El hermano mayor de Carlos, Ricardo (también Richard, Richari, Ricard, Rich, Hitch, Riccardo y muchos más), era uno de los miembros más antiguos de la Gran Familia. Además tenía un nivel muy atoen la jerarquía de La Gran Familia. Esto era por su sabiduría que había demostrado a lo largo de la historia. Fue también uno de los precursores de las normas bajo las cuales se maneja la familia. En sí, Ricardo ha tenido una gran aportación e influencia a la historia de La Gran Familia.

Le preguntaron a Carlos si sabía dónde estaba actualmente su hermano ya que nadie había sabido de él por casi cien años. Carlos les respondió que tenía una idea y que trataría de contactarlo. Realmente Carlos sabía perfectamente donde estaba su hermano, había tomado unas vacaciones de todo desde el inicio del año 1900. Sólo esperaba que aún estuviera ahí y que anduviera de buen humor. Carlos recordaba lo incómodo que es ir a molestar a un hermano mayor para pedirle ayuda (sacarlo de un problema).

***

Dos días después Carlos hizo una parada en Ahuachapán antes de ir a Argentina.

  • “¿Y qué va a pasar con el kiosco?” – preguntó Diego, quien no sólo había cambiado de empleo y lugar de residencia, sino también de imagen. La Gran Familia le ayudó a reubicarse, era algo sencillo para ellos pues lo están haciendo todo el tiempo. La única diferencia de esta vez fue que Diego no quiso irse del país.
  • “Ahí va a quedar. De todos modos, cualquier rato lo va a quitar el tío Norman”
  • “Jajaja” – Diego rió pero en el fondo le causaba tristeza recordar su pasado y el hecho de haberlo dejado atrás. Su sonrisa se congeló por unos segundos y bajó su mirada. La mano de Carlos sobre su hombro lo regresó al presente.
  • “Ya no vendo La Prensa Gráfica. La vendía sólo para hacerte el favor” – Carlos trató de animarlo con la broma.
  • Ay viera que a mí me agradaba venderle” – la sonrisa de Diego regresó – “Entonces, ¿va a ir en busca de su hermano?”
  • “Sí. Espero encontrarlo y que nos quiera ayudar”
  • “¿No cree que están haciendo un mar de este pequeño incidente? Digo pues, todo este viaje, molestar a su hermano… ya no ha pasado nada por varias semanas” – Diego trató de comprender y apoyar.
  • “No ha pasado nada en parte porque no nos hemos reunido. Además, ya están demasiado cerca, demasiado encima de nosotros.”
  • “Está bien…”
  • “Además, ” – dijo Carlos, mientras tomaba sus maletas en sus manos. La seriedad llenó por completo su rostro – “No es la primera vez que alguien está tan cerca de descubrirnos” – Un incómodo silencio llegó a la tienda que atendía Diego. El rostro de Carlos pasó entonces a una mirada de decepción y luego de fingida prepotencia “Y vos… ¿qué pensás? ¿Qué voy a ir solo?” – Diego, quien estaba detrás del mostrador con la caja, se agachó y tomó una mochila.
  • “Jaja… esperando estaba que me preguntara”

A lo mejor era la falta que se hacía el uno al otro, o quizás la amistad, la hermandad que tenían entre sí pero ambos sabían que Carlos no iba a hacer ese viaje solo. Diego cerró la tienda, se despidió de los vecinos que estaban por ahí y partió junto a Carlos al aeropuerto.

Recuerdo – 7: Reordenamiento

La Alcaldía Municipal de San Salvador inició la el reordenamiento del parque San José, en el Centro Histórico de la capital, con la reubicación de casi una veintena de vendedores, mientras el resto dice que se mantendrán en el lugar hasta que les brinden alternativas viables.

Al día siguiente, comenzaron las disputas entre los vendedores del Parque San José y la Alcaldía de San Salvador. Carlos sabía que esto iba a suceder tarde o temprano pues en otros lugares del centro capitalino ya se habían dado. Se interesó por defender; no a sí mismo pero sí el a los demás vendedores. Como mencioné anteriormente, este tipo de interacciones estaban prohibidas por La Gran Familia. Carlos no pensó en actuar violentamente como otros vendedores de otros lugares del centro habían hecho pero sí a través del diálogo y de propuestas tanto para las autoridades como para sus colegas.

A pesar que Carlos entendía perfectamente bien que siempre iban a haber dos perspectivas de las cosas, estaba dispuesto totalmente a apoyar los ideales y bienestar de los vendedores. Después de todo, era el sustento de muchos y lo había sido por casi 25 años.

Esto fue a inicios de noviembre del año 2010. Pasó el resto del mes y todo el mes de diciembre y no supieron más de los sujetos que habían interrogado a Diego. Incluso dos meses no eran para confiarse. La Gran Familia sabía que estos tipos habían estado detrás de ellos desde hacía ya años y que cada vez se acercaban más. A pesar que no sabían con exactitud por qué los perseguían o incluso quienes eran, los miembros de La Gran Familia que vivían en El Salvador sabían que no había sociedad ni grupo más antiguo o grande que ellos mismos, es decir, de La Gran Familia. Esto no con aires de grandeza, prepotencia o arrogancia sino con aires de tranquilidad de saber que era muy probable que no fuera algo tan serio o que no se pudiera resolver.

Recuerdo – 6: Interrogatorio

Carlos ayudó a Diego a entrar a su casa, se miraba bastante mal.

Esa misma mañana, después de pasar dejando los periódicos a Carlos, los agentes de La Sociedad dejaron inconsciente a Diego con un dardo. Diego despertó en una celda una hora después. No pasaron ni dos minutos desde que despertó hasta que llegaron otros dos agentes más, siempre bien vestidos de saco negro, y lo llevaron a un cuarto.

Le dijeron a Diego que tomara asiento. El cuarto era exactamente como cualquier cuarto de película, de esos donde los policías interrogan a los sospechosos: paredes con grandes espejos sobre ellas, una mesa lisa al centro y unas cuantas sillas; esto en un cuarto acogedor y con una sola fuente de luz sobre la mesa.

Mientras Diego esperaba a quien fuera que llegaría al cuarto, sintió un pequeño dolor en su brazo derecho. Le habían sacado sangre. Conocía perfectamente el dolor pues de vez en cuando iba a donar sangre a la Cruz Roja y siempre era el brazo derecho donde mejor se podía apreciar la vena. Después de unos quince minutos y con un poco de impaciencia, recibió al agente que lo interrogaría.

  • “¿Quiénes son?” – preguntó el agente con bigote y barba de candado, unos cuarenta años y canas plateadas; no blancas sino plateadas.
  • “¿Quiénes son….?” – preguntó Diego con cara de confusión.
  • “Ustedes. Se reúnen al menos una vez al mes. Sus reuniones duran exactamente cinco horas. Cambian el lugar de la reunión. Hablan aparentemente cosas normales, como si fueran simples reuniones de amigos– ”
  • “Esperate un momento. ¿Me tienen prisionero e interrogando sólo porque nos reunimos de vez en cuando a charlar?” – preguntó Diego con una cara entre confundido y decepcionado. El agente sonrió con una esquina de su boca, la cual se escondió bajo el grueso bigote sobre ella.
  • “No consideramos normal a un grupo de amigos  de más de cincuenta personas, que se reúne de esta forma tan precisa y de forma tan clandestina”. Un silencio llenó cada rincón del cuarto. Era tal el silencio que se podía escuchar el suave y leve zumbido del foco sobre la mesa. “Te voy a preguntar otra vez Diego, contéstame ¿quiénes son?”
  • “Somos sólo amigos que detestamos la rutina y–”
  • “Son alrededor de cuarenta hombre y unas treinta mujeres. Algunos niños también. No nos explicamos qué hacen niños despiertos entre las nueve de la noche y las dos de la mañana.”
  • “Mirá. No me han dicho quiénes son USTEDES. Ni por qué me tienen aquí y ni siquiera me están acusando de algo más que reunirnos con nuestros amigos”. El agente se levantó de la silla y se apoyó en el muro atrás de él.
  • “No nos preocupa que sean pandillas o crimen organizado ni nada ordinario. Sabemos que hay algo especial en ustedes…” – El agente siguió hablando pero Diego no le pudo prestar atención. Por unos momentos entró en pánico. ¿Cómo lo sabían? ¿Qué tanto sabían? – “Así que mejor comenzó a hablar”
  • “No… no sé de qué hablás…” – respondió Diego, titubeando y sin poder improvisar algo más. Él no se hubiera imaginado que para esto era su captura. Se imaginó todo tipo de cosas cuando se lo llevaron en la mañana desde la distribuidora de periódicos y en el camión repartidor, menos que era para averiguar sobre La Gran Familia. Otro agente entró en ese momento a la habitación, con una carpeta en una mano y un pequeño maletín en la otra. Entregó el sobre al primer agente y puso el maletín sobre la mesa. Mientras el primer agente leía lo que estaba en la carpeta, el otro preparaba una inyección con lo que traía en el maletín. No tendría caso resistirse, Diego extendió el brazo y recibió la inyección.
  • “No sos un favorecido” – dijo el primer agente tras su barba y bigote. El candado del agente era llamativo, especialmente cuando uno estaba drogado como lo estaba Diego en esos momentos – “Lo que te acaban de inyectar es como un suero de la verdad” – el agente dio una carcajada y dirigió su mirada al otro agente quien estaba guardando las cosas en su maletín – “Ya ves que suena gracioso al decirlo así” – el otro agente sólo sonrió, movió su cabeza y salió de la habitación.
  • “Y… y… ¿para qué me la inyectaron?” – preguntó Diego, un poco mareado. Todo su cuerpo se sentía tan liviano, en especial su cabeza.
  • “Queremos la verdad… pero… no sos un favorecido. No tiene sentido. Decime ¿qué tienen de especial las reuniones a las que asistís con tus amigos?”
  • “Mmm” – Diego trataba de resistirse pero le costaba – “Nada. No tiene nada de especial”.

El agente esperó unos minutos más antes de continuar, para que el suero tuviera su efecto. No obtuvo nada. Lo único que Diego le repetía era que sólo se reunía con los amigos de su mejor amigo de toda la vida y casi padre. El agente se sintió frustrado ya que Diego había sido al único que lograron perseguir y capturar con éxito la noche anterior. Diego no representaba mayor amenaza por lo que no lo podía retener por mucho tiempo; de lo contrario, entraría en problemas con sus superiores, tal y como los había tenido recientemente.

El nombre de este agente, el agente de la barba y bigote en forma de candado era Gustavo Pérez, mejor conocido como El Viejo.

Recuerdo 5 – Recuerdos

El día del cumpleaños de Diego, decidieron ir no hacer nada más que relajarse y descansar en la casa de Carlos. Compraron un par de películas pirata de dólar, dentro de las cuales estaba el Efecto Mariposa.

“Eso es mentira” – dijo Carlos cuando, en la película, explicaron que la mente no podía retener tanta información, tantos recuerdos sin verse afectada. Diego lo miró fijamente, al notar que Carlos hablaba en serio, le creyó. Le tenía inmenso respeto, no sólo por la ayuda que le había brindado todos esos años sino porque Carlos leía bastante y sabía bastante de muchas cosas.

Carlos detuvo la película y comenzó a contarle, la versión sumamente corta de su secreto.

***

Los recuerdos más antiguos que Carlos tiene son de nieve. Nieve y mucho frío, pocos lugares donde refugiarse ¿habrán sido dos o tres eras glaciales? No recuerda ya pero sus ancestros sí, quizá su hermano mayor también. Carlos ha estado literalmente por todo el mundo. Desde pequeño, mientras él y toda su familia, La Gran Familia, buscaban sobrevivir. De esos (miles) años no tiene mucho que contar. Prácticamente su infancia y adolescencia la pasó en nieve y de lugar en lugar, buscando siempre el más cálido.

En cuanto a la era postglacial, lo que sería nuestra época, desde hace unos diez mil años (según la historia y Carlos mismo) sí puede contar muchas cosas. Dentro de las más relevantes que le contó a Diego ese día, están de cuando vivía en Europa para el tiempo que se “descubrió” América. Obviamente, Carlos y La Gran Familia ya la conocían, quizá con otro nombre. Para esa época, él ya debía moverse, mudarse, irse lejos de donde lo conocieran ya que comenzarían a preguntarse por qué no envejece.

Al igual que el lector de esta historia, Diego se llenaba de una gran cantidad de preguntas e interrumpía a Carlos. Trataré de ir parte por parte y luego responderé a las preguntas que Diego hizo ese día, incluso me extenderé en la siguiente(s) parte(s) de la historia para tratar de responder todas las posibles.

Antes que Cristóbal Colón, los chinos o cualquier otro viajero registrado en la historia, muchos expedicionarios desconocidos habían viajado a América. La gran mayoría prefirió quedarse allí en vez de regresar. Nadie sabía esto más que La Gran Familia. En cierta forma, Carlos esperaba que no ocurriera esta vez, con Cristóbal Colón. Y así fue. Es por ello que en el tercer viaje, Carlos se unió a los marineros que viajaron hacia América y desde entonces se quedó en este lado del planeta.

La historia misma les ha enseñado ciertas cosas sobre la humanidad a los miembros de La Gran Familia por lo que Carlos se alejó lo más que pudo de los demás del viejo mundo. Sabía que no le convenía. Es por ello que se mantuvo más cerca de los del nuevo mundo que de los del viejo mundo. Pasaron todas las etapas del nuevo mundo y él no se involucró en ninguna. No debía, no podía. Nadie de su familia podía ser personaje importante en la historia y es por lo que explicaré a continuación.

Como mencioné antes, Diego le interrumpía a cada momento a Carlos. Una de las preguntas más importantes fue el por qué de su constante mudanza de lugar en lugar, de país en país. La razón es porque la gente de alrededor: vecinos, amigos, compañeros de trabajo comienzan a notar que no envejecen. Se preguntan por qué y esto no conviene para mantener a salvo el gran secreto y a La Gran Familia. El tiempo promedio es de cincuenta años. Ahora en día, gracias a los tintes de cabello, puede ser más. A diferencia de la mayoría de personas, Carlos y su familia se tiñen el pelo para mostrar canas en lugar de esconderlas. Si participaran en la historia, tendrían muchos más ojos sobre ellos así como más riesgo de algún atentado de cualquier tipo.

Así es como llegó a El Salvador, un par de días después de su independencia. Antes de ello, vivía en Estados Unidos, recuerda haber regresado con José Matías Delgado, quien al regreso se notaba decepcionado y a la vez preocupado.

Ha estado en cada momento de la historia del país desde ese entonces, de igual forma, sólo como un espectador. Jamás ha estado con un bando ni con otro en ninguno de los eventos. Desde las revoluciones indígenas hasta la guerra civil. En esta última, sí estuvo un poco involucrado pero no directamente y por esto mismo, casi es desterrado y expulsado del país por los demás miembros de La Gran Familia que viven o vivían en ese entonces en el país.

La Gran Familia tiene una serie de normas que sirven específicamente para protegerse a sí mismos.