Con la misma rapidez que sus ojos se cerraban, caía su cabeza. Justo antes de enterrar la barbilla en su pecho, Julio reaccionaba y levantaba el rostro, luego, despegaba sus párpados uno a uno y, con la vista borrosa, miraba alrededor.
Luchaba contra el inusual peso de sus párpados y, a largo plazo, parecía que ellos ganarían. Había pasado quién sabe cuánto tiempo en tráfico y le faltaba quién sabe cuánto más para llegar a su casa y poder dormir de una vez.
Pero Julio desconocía dos pequeños detalles sobre esto: (1) Los fantasmas no duermen y (2), él era uno.
Se convirtió en fantasma desde que se estrelló contra un árbol al quedarse dormido al volante.
Esta es la historia del día 18 de #The100DayProject y mis #100HistoriasCortas. Aquí la historia del día 17.