Uno o dos segundos de oscuridad total y un temible frío con origen en mis pies. Estoy despierto nuevamente y consciente que estoy en un hospital. Intento abrir los ojos pero lo mejor que pueden hacer es quedar abiertos a medias; mi visión totalmente desenfocada e incapaz de quedarse quieta. Logro identificar la silueta de un doctor, o un enfermero y, como puede, mi boca arrastra el enorme peso las palabras “Tengo frío”. Cierro los ojos nuevamente mientras siento que me cubren con una frazada pesada y que eventualmente será caliente también. Mis hombros me duelen pero logran cruzar mis brazos sobre mi pecho y aseguran con sus escasas fuerzas a la frazada.
Mis oídos perciben sonidos que deduzco son palabras de los presentes pero mi cerebro no puede procesarlas del todo. Logro entender perfectamente que alguien dice “Segundo accidente. Cualquiera lo tomaría como una segunda llamada.” Ante la claridad de las palabras, mi ceño se frunce y mis ojos llegan nuevamente a medio abiertos. Busco la fuente de dichas palabras que me parecen incluso burlescas y creo ver al fondo de la sala a otro doctor con su uniforme verde sentado sobre algo —una mesa—. A pesar de no poder enfocar bien la mirada, juro que le vi sonreír.
Mis ojos se cierran nuevamente.