Una llamada se volvía tan difícil, antes.
El costo monetario y la poca movilidad
hacían cinco minutos, muy preocupantes.
Indispensable aquella puntualidad.
Un teléfono público, tan común en cada esquina.
Recuerdo incluso un par de bromas inoportunas.
Para cuántos no eran también, de monedas, una mina.
Un alambre. Maldición, aunque sea una…
Una llamada se volvió tan fácil y tangible.
Perdiendo en el camino su brillo y calor.
Mueren abortadas en cosas tan simples.
Un enojo, un beso o un ladrón.
¡Cuán hartos! Que incluso las evitamos.
Y también sus hijos que tan fácil se escabullen y llegan.
Mensajitos de texto. Pocas excusas, encontramos.
Comunicación efectiva y a la velocidad de esta era.
Una llamada se volvió tan importante
que si sale el sol o me moja esta lluvia,
me apresuro emocionado para poder contarte
y que esta magia invisible nos una.
Y es que el tiempo corre y se cansa
barriéndonos por las sendas de la evolución
tan solitarias, frías y blancas
que ahora que llegó esta madurez,
detesto con tanto dolor.