Recuerdo – 3: En Resumen

Una vez fuera de la vista de Carlos, el agente que conducía el camión le preguntó a Diego si eso era todo. La cara de preocupación regresó entonces a Diego y este les respondió que sí. El otro agente, dentro del remolque del camión y a espaldas de Diego, le disparó un dardo. Diego quedó inconsciente casi instantáneamente.

En su kiosco, Carlos tuvo esa extraña sensación. La ignoró y comenzó su día. Poco a poco comenzaron a pasar los microbuses de la ruta 11-C, la cual iba bastantes llenas ya que pasaban por Metrocentro, uno de los principales centros comerciales de San Salvador.

Las pilas de periódicos comenzaban a bajar poco a poco. De vez en cuando llegaba alguien preguntando por algún libro, usualmente libros de textos para la escuela o el colegio. La gran mayoría los buscaba usados.

A Carlos le gustaban mucho las novelas o libros que contaran historias ficticias, generadas cien por ciento de la imaginación de alguien. Por un tiempo le interesaron mucho los libros de historia e incluso los de ciencias u otros que enriquecieran el conocimiento, pero ahora ya los maneja todos y los conoce perfectamente. Es por ello que disfrutaba tanto leer historias. Viajar a lugares que no conoce, a tiempos que nunca existieron y personas que no conocerá nunca. No porque no se sienta cómodo donde está o con las personas que le rodean sino porque ya estuvo alrededor de todo el mundo y ha conocido diferentes lugares en diferentes épocas donde conoció a diferentes tipos de personas.

En resumen esa ha sido la vida de Carlos hasta el momento. He ahí el origen de su fascinación por los libros. Nadie sabe exactamente su edad, quizá ni él mismo. Aparenta unos cuarenta y algo años. Con unas pocas huellas de la edad en su rostro y cabello. Una piel que aparenta ser la de alguien que ha vivido su vida entera cerca del mar, la piel de un marinero. Su peso, pues el ideal para alguien de su edad. Usualmente viste una guayabera y usualmente es blanca, quizá esto lo haga verse un poco mayor pero su mirada lo contrarresta. Un par de ojos muy oscuros, penetrantes pero llenos de calma; llenos de vivencias buenas y malas; visionarios pero humildes.

Ese día en particular cerró temprano el kiosco. Se sentía cansado por la huida de la noche anterior. Le preocupaba que los agentes anduvieran tan cerca de ellos. Estaba considerando fuertemente si hablarle a su hermano o no para contarle. Caminó un par de cuadras hasta la parada de microbuses cerca del Mercado   Ex-Cuartel. Tomó la ruta 11, la cual lo llevaría a San Jacinto, barrio donde él vivía. Lo dejaría justo atrás de la Iglesia San Antonio de Padua y a tres cuadras de su casa. Al subir al microbús le pagó al cobrador los veinticinco centavos de dólar y se sentó. El sueño era muy pesado, casi se quedaba dormido por segundos pero logró mantenerse despierto todo el camino.

Llegó a su casa y fue directo a la cama. Duque lo acompañó como siempre.

Casi a las 8 de la noche fue despertado por la puerta. Duque, con gran esfuerzo salió corriendo a ver, a oler quién era. Era alguien conocido pues no ladró y en lugar comenzó a mover su cola. Carlos fue a atender la puerta. Era Diego.

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El Encuentro – 13: Cuestión de Hermanos

Despertaron exactamente en el mismo lugar de la ilusión, las camillas en la clínica de Luis. Esta vez, la real.

  • “Traté de dialogar con ustedes” – dijo Luis, quien se levantó de la silla, justo en medio de sus hermanos. Una vez despierta, Laura podría darle una descarga real, por lo que Luis se apresuró a soltarlos  – “Pero no quisieron oírme ni aceptar mi propuesta. Por eso los tenía en una ilusión para protegerme a mí mismo; por eso mismo los tengo atados. En caso que no quieran participar en esto, pues… simplemente los tendré que obligar”
  • “¿No fue real?” – preguntó Álvaro, aún confundido y aún con los ojos vendados.
  • “No, hermano. Pero esto sí, esto y lo que sucederá de ahora en adelante” – respondió Luis. La ira se apagó en Álvaro y una preocupación tomó su lugar. Sólo podía pensar en Gaby. Pensaba que quizá todo este tiempo, su pesadilla de perderla, era consecuencia de estas conexiones que había tenido con su hermano. Quizá, eran alguna especie de premoniciones de lo que iba a ocurrir, de lo que estaba ocurriendo. No podía hacer nada ya, incluso intentaba mover con su mente la venda que lo cegaba pero era inútil. Buscaba a Gaby pero no podía averiguar exactamente dónde estaba, sólo sabía que cerca, en algún lugar de las casa.
  • “¿Qué te da el derecho…?” – preguntó Laura ya con una voz temblorosa y un nudo que poco a poco iba creciendo en su garganta.
  • “Nada me lo da. Lo sé. Me gustaría bromear sobre que soy el hermano mayor y tomo la decisión pero… no… no creo que sea buena idea… por el momento” – respondió Luis. Quien se acercó al escritorio y se dejó caer en la silla – “Supongo que cada quien vivió de forma diferente y tuvo un punto de vista diferente con respecto a su habilidad. Por mi parte, siempre quise sacarle provecho y me tomó casi treinta años conseguirlo. Dentro de lo poco que recuerdo de mi padre, de nuestro padre, era cómo le contaba a mamá sobre la forma en que la S.R.F.A. se deshacía de los que la traicionaban o aquellos que abrían la boca. Eso me reprimió siempre de poder aprovechar mi habilidad.”
  • “Esa es tu vida… no la nuestra” – dijo Álvaro, sereno, tratando de no perder la lucha. Tenía que encontrar la forma de escapar. ¿Para qué trajo a Gaby de todos modos?  ¿Habrá sido culpa de él mismo por haberse acercado a ella, por estar con ella el día justo en el que su hermano lo iba a secuestrar?
  • “Sé que es mi vida. Sé que ustedes tienen la suya. Por momentos dudaba de hacer esto pero, aquí estamos ya. Mañana mismo, a primera hora estaremos partiendo a nuestro destino. Espero que estando allá, puedan ver que en realidad será una buena vida, una nueva y buena vida para cada uno de nosotros.” Mientras oía esto, Álvaro notó que Gaby se comenzó a mover. Podía sentir que se movía de donde estuviera. Esto le dio un poco de esperanza, no por el hecho que ella lo rescataría sino porque al menos ella podría escapar.
  • “¿Por qué los tres? ¿Por qué no sólo te fuiste vos?” – preguntó Laura a Luis.
  • “Quizá en el fondo, muy en el fondo, tenía intenciones de contarles la verdad sobre nuestras habilidades. NUESTRA VERDAD. Luego, por un momento tuve la idea de que podríamos hacer esto juntos, pero siendo realistas, eso no iba a suceder. Los llevo conmigo para poder brindar más apoyo a las investigaciones que hagan, podremos ser más grandes si les damos más de lo nuestro. Si fuera sólo yo, a lo mejor no fuera suficiente para descubrir o desarrollar algo. Quizá conmigo sólo podrían reproducir mis mismos poderes o no sé… la verdad no sé nada, simplemente sé que mientras más vayamos, mejor.”
  • “¿Y los demás? ¿Los demás soldados participantes del experimento y sus descendientes? ¿Por qué no fuiste a secuestrarlos a ellos?” – preguntó Álvaro, quien entró en un poco de confusión, no sabía si alegrarse o preocuparse más. Gaby no estaba sola. Alguien la había ayudado a moverse de donde estaba y se dirigían hacia él.
  • “Pasé muchos líos sólo para averiguar lo que sé del experimento. Me hubiera resultado incluso más difícil averiguar nombres, direcciones o lo que fuere de los demás participantes. Además, no sé cuáles son sus habilidades, podría resultar demasiado arriesgado. Y ya les dije, por un momento me pasó la idea de hacer esto como hermanos. No tienen de qué preocuparse, no es nada malo. No nos matarán ni nos tendrán como presos en alguna celda sin comida o alguna situación peor. Estaremos en laboratorios, nos atenderán bien. ¿De qué se preocupan?”
  • “¿Qué harás con Gaby?” – preguntó Álvaro e instantáneamente se arrepintió. Quizá al preguntarle sobre ella, iría a buscarla y ella no lograría escapar. Aunque no sabía si siquiera estaba por escapar. No sabía con quién estaba. Pero sí sabía que se acercaban.
  • “No le haré nada. Nos acompañará si es lo que querés y si es lo que ella quiere. Hubiera hecho lo mismo por vos, Laura, pero hasta donde investigué no tenés a alguien así en tu vida”

Luis fue interrumpido por un ruido proveniente del pasillo de afuera del cuarto donde estaban. Era de noche y además, Luis vivía y trabajaba solo. Luis abrió la gaveta principal del escritorio y tomó el arma, se paró mientras quitaba el seguro del arma. Al mismo tiempo, la puerta se abrió de un golpe, un estruendoso golpe. Laura, quien estaba perdida en sus pensamientos dio un pequeño salto ahí mismo en la camilla. Álvaro quería poder ver lo que estaba ocurriendo pero sólo podía preocuparse más… por Gaby. Luis apuntó hacia la puerta donde, como en cámara lenta, caía la bota negra y pesada que la derribó. Al momento que la bota tocó el suelo, Luis disparó, esta vez era un arma de fuego. El sujeto que acababa de botar la puerta sólo recibió un pequeño, un diminuto empujón. El chaleco antibalas junto al casco y todo el equipo que vestía lo protegerían de armas mucho más grandes que la pistola de Luis.

Luis escuchó que el tipo frente a él dijo algo pero el pánico y la adrenalina le impidieron entender qué. Disparó una o dos veces más por inercia mientras entraban otros dos sujetos, uno a cada lado del que recibía los balazos. Los tres sujetos en la puerta portaban el mismo equipo, era un uniforme. El de en medio le disparó en la pierna derecha a Luis, quien al perder el equilibrio, trató de apoyar sobre la librera atrás de él, pero terminó cayendo al suelo junto con unos cuantos libros que pasó botando con su brazo.

Otro de los uniformados le disparó al brazo un dardo. Luis quedó inconsciente a los pocos segundos.

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Recuerdo – 2: Todos están bien

Carlos llegó a su casa sano y salvo. Vivía en una de las colonias más antiguas de San Salvador, en la colonia América la cual a veces es confundida con la Colonia Militar debido a su cercanía. Muchas de las casa de la colonia pertenecieron al General Maximiliano Martínez, uno de los presidentes más importantes en la historia salvadoreña.

La casa de Carlos era de las antiguas, lo cual significaba que era grande y, más importante, resistente a los terremotos; una casa verde por fuera y blanca por dentro. Carlos entró silenciosamente. En la entrada, ya estaba Duque esperándolo con su cola moviéndose de extremo a extremo. Hace años, se le hubiera tirado encima a Carlos, pero esos más de quince años de edad del perro, se lo impedía.

Carlos en el fondo se preguntaba una y mil veces qué habrá sido de los demás ¿Habrán tenido suerte de escapar con bien? Desafortunadamente, no podría saberlo hasta el día siguiente. Se preparó para dormir y se fue a la cama. Carlos fue extraído de la profundidad de sus pensamientos al sentir sobre sus pies a Duque, quien se estaba echando. Carlos acercó su mano al perro y frotó un pelaje que una vez fue café brilloso y que cada día que pasa se hace más blanco. Después de unos veinte minutos, ambos estaban dormidos.

***

A las cuatro de la mañana, su reloj biológico despertó a Carlos. Como era de costumbre, a las cinco ya estaba abriendo la puerta y ventanas metálicas de su kiosco en el Parque San José, en el centro de San Salvador, donde vendía libros usados y nuevos.

Carlos era un devorador de libros, por eso mismo amaba su trabajo. Siempre andaba en busca de nuevos libros para leer, los compraba a las personas que ya no los ocuparían e incluso los sacaba de algún basurero si los veía. A veces se preguntaba si habrá leído todos los libros del mundo… literalmente.

Tan puntual como siempre, Diego le pasó dejando la pila de La Prensa Gráfica a Carlos a las cinco y quince. Diego le hizo un gesto a Carlos, quien se lo contestó con otro. Cuando Diego se fue, Carlos comenzó a desatar los periódicos para la venta mientras sonreía. Todos escaparon sanos y salvos.

El Encuentro – 12: Sólo una propuesta

“Gracias al maravilloso internet como medio de comunicación…– Dijo Luis, mientras sacaba un arma de la gaveta principal de su escritorio – “…pude contactar a Laura. A vos, Álvaro, no sé cómo te encontré. Creería, por muy fantástico que suene, que hay alguna clase de conexión mental entre nosotros.” – Para Álvaro, como para sus hermanos, nada le resultaba fantástico ni extraordinario. Ninguna habilidad ni poder mental o de cualquier otro tipo – “Ha bastado con enfocarme en la idea de mi hermano, visualizarte sin necesidad de tener una idea clara de cuál es tu aspecto o el lugar donde estés. Simplemente te he podido encontrar. A cambio, he tenido cierto efectos secundarios como una enorme jaqueca o un mareo pasajero…” – Álvaro entendió entonces lo que le pasó el día anterior, la ingravidez, como algunos le llaman. Recordaba que lo había sentido desde hace unos días pero fue hasta ayer que se dio cuenta que era la misma sensación que sentía de niño, hasta ayer que fue lo suficientemente fuerte para recordarlo. Luis, con el arma en su mano derecha, se levantó del escritorio y se dirigió a las camillas donde yacían sus hermanos – “Y así es como estamos aquí. Ahora bien, ¿Por qué están aquí? Es para hacerles una propuesta…” – Luis quitó la venda de los ojos de Álvaro y lo miró fijamente a los ojos, de hombre a hombre, de hermano a hermano. Álvaro, desde la camilla donde estaba, encontró un par de ojos casi idénticos a los suyos, ambos los habían heredado de su madre – “Debo insistir que todo esto fue posible gracias al maravilloso internet. En varios países, y no piensen en cuentos hollywoodenses como Iraq, Irán o similares, nuestras habilidades o poderes valen mucho. Podemos ser personas muy importantes en estos países sin necesidad de participar directamente en sus luchas. No importa si compartimos sus ideas o compartimos las de sus enemigos, sólo tenemos que participar en experimentos, brindar un poco de lo que tenemos para sus soldados. Que la idea que tuvieron los entre comillas, culpables, de nuestros poderes se expanda. No digo que para honrarlos o si quiera por estar agradecidos por esto que tenemos, sino más bien para sacarle provecho. No tenemos que ir lejos, aquí mismo en América podemos hacer negocios, GRANDES negocios”

Laura miraba el cielo falso mientras escuchaba lo que decía Luis. No quería ser parte de esto. No sólo porque tenía aquí su vida entera, sino porque toda la información que le acababan de introducir en su mente era como un cubetazo de agua fría y además, porque no quería participar en guerras de nadie. Simplemente era absurdo dejar una vida entera atrás. Ni por todo el dinero del mundo abandonaría la vida que tanto le había costado construir, especialmente por ser prácticamente una huérfana. Si tan sólo tuviera libre sus manos, le daría a Luis la descarga eléctrica más fuerte que hubiera dado en toda su vida. Pero ella sabía que Luis había sido lo suficientemente astuto para atarla y mantener su distancia.

  • “Me parece una gran idea” – Dijo Álvaro. Luisa quitó su mirada del cielo falso y con gran asombro miró a Álvaro. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. ¿Estaba sola? – “Sólo quiero, aclarar un par de cosas que me inquietan,” – continuó, dando una sonrisa un poco apenada – “por ejemplo, ¿Dónde está Gabriela, mi novia? Y bueno, je je, quisiera tener más detalle sobre los beneficios que tendríamos y el lugar donde iríamos”
  • “Gaby, está bien“– Luis fue interrumpido cuando el arma que cargaba en su mano derecha, saltó bruscamente de su mano y quedó justo a un metro frente a él, apuntándole.
  • “Se llama Gabriela” – dijo Álvaro con una enorme ira entre cada palabra. Ira que se había estado conteniendo desde que despertó en esa camilla. Ira que creció al verle la cara al imbécil que los había llevado ahí, fuera quien fuere. La misma ira que se hizo gigantesca cuando Luis explicó por qué estaban ahí; ira que finalmente explotó cuando ese imbécil llamó Gaby a su novia. Las cinchas de la camilla de Luisa se soltaron, aparentemente por sí solas. Luego, las de Álvaro, quien tomó entre sus manos el arma que hacía levitar con su mente. Álvaro, entonces reaccionó, apuntó a Luisa e iba a preguntarle que de qué lado estaba y cuál era su poder pero ambas respuestas llegaron cuando con un golpe en el estómago, Laura dejó ir una descarga eléctrica tan intensa que se pudieron apreciar algunas chispas al momento del impacto. No era la descarga que Laura había pensado pero era lo suficiente para desahogarse.
  • “Espero que tu plan era escapar” – dijo Laura mientras revisaba su mano. Nunca había hecho tal cosa y no estaba segura si había sufrido alguna especie de quemadura o algo por el impacto, la descarga y las chispas.
  • “Sí. Sólo tengo un par de dudas que de verdad me incomodan” – respondió Álvaro con una sonrisa, esta vez no estaba fingiéndola – “¿Cuál es el poder de él? Porque me preocupa lo que pueda hacer”.
  • “No te preocupés.” – Dijo Laura mientras señalaba con el mentón a Luis, quien aún estaba aturdido en el suelo – “Puede crear como ilusiones en la mente pero hasta donde sé, necesita estar en contacto físico con la víctima”
  • “Creo que estamos bien entonces. Ahora, necesito buscar a mi novia, sé que está aquí en algún lugar, puedo sentirla”. Laura no comprendió las palabras de Álvaro pero no importaba. Lo importante ahora era huir y hacer algo con respecto al mayor de sus hermanos.
  • “Suficiente” – dijo Luis, quien se levantó como si nada del suelo.

Un instante después, el arma desapareció de la mano de Álvaro. Toda la habitación se comenzó a esfumar y los tres aparecieron en un cuarto oscuro con sólo una luz en el centro iluminando un poco. Álvaro no sabía lo que estaba pasando pero Laura sí porque experimentó lo mismo el día anterior, en las mesas que están en la entrada de Galerías Escalón.

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El Encuentro – 11: Fórmula 13-R

  • “Nadie sabe el porqué de nombre…” – decía Luis – “…y realmente no importa. Es lo que le inyectaron a unos cuarenta o cincuenta soldados de la Fuerza Armada en diciembre de mil novecientos setenta y siete. Como resultado se obtuvieron unos seis muertos, treinta y cinco personas con los resultados buscados y en el resto, la fórmula no tuvo efecto alguno. Los resultados que buscaban era-”
  • “¡¿Y qué tiene que ver con nosotros?!” – Interrumpió Álvaro, desde la camilla en las que se encontraba con las manos atadas y los ojos vendados  – “¡¿Para qué nos tenés aquí?!”
  • “Ya vas a entender. Tené paciencia. Los resultados que buscaban, bueno, el resultado que esperaban era darle cierta ventaja a la Fuerza Armada para derrotar fácilmente a los revolucionarios de aquel entonces. Algo que significara una victoria segura y que podrían ocultar fácilmente. Traducido, buscaban darle habilidades especiales a los soldados. Habilidades como las tenemos vos, vos y yo.” – Dijo mirando a Laura y luego a Álvaro, quienes se sintieron aún más vulnerables al escuchar la revelación – “Los cincuenta soldados eran la prueba piloto. Se supone que no pasó a más ya que la Fuerza Aérea no apoyó el proyecto por tener demasiada confianza en sí mismos. Años después se vieron en la necesidad del proyecto pero era demasiado tarde para ponerlo en marcha. Desafortunadamente, eso es todo lo que sé. No conozco mayor detalle ya que todo eso que les digo sólo lo he leído en documentos de alta privacidad.”

Luis tomó asiento en la silla de cuero negro que estaba frente al escritorio. Sobe el escritorio había una agenda, una bandeja de entrada con unas cuantas hojas, un teléfono con los números ya borrosos y una pluma negra con decoración dorada. Era un cuarto un poco oscuro con libreras tres de las cuatro paredes. Era la clínica de Luis, quien siguió: “Uno de los soldados en los que tuvo éxito el experimento era el cabo Gerardo Gutiérrez. Nuestro padre.”

Un silencio inundó el cuarto rápidamente. Ni Laura ni Álvaro se sorprendieron. Ninguno de los dos tenía buenos recuerdos de quién o cómo era su familia antes de separarse hace ya muchos años. Lo poco que recordaban era que sus hermanos tenían algo como ellos, algo especial.

“Tal vez no lo recuerden bien pero así pasó. Somos hermanos. Creo que nuestro papá tenía otro nombre para cuando éramos familia. Yo soy el mayor; vos, Álvaro, el de en medio y Laura la menor. Fuimos separados simplemente por los conflictos de guerra. Nos tuvimos que ir a lugares diferentes cada uno y desafortunadamente perdimos contacto el uno con el otro. Me sorprendería que recordaran todo esto si eran muy pequeños cuando nos separamos más o menos en el año noventa. Creo que Álvaro tenía siete años y Laura seis. Yo tenía doce.” – Por un momento, Luis cambió su expresión como imaginando algo, mostró una pequeña sonrisa en la esquina de su boca y continuó – “Dos años más y quizá nunca nos hubiéramos separado, pero nuestra familia ya corría demasiado riesgo por tener a un militar en ella.”

Miles de pensamientos corrían por la cabeza de cada uno de los tres hermanos. Después de un momento, Laura preguntó con duda sobre el motivo de estar atados. Álvaro tenía la misma duda pero no dijo nada ya que presentía que esto era algo más que una reunión familiar.

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