Para vos, viajero

Es de noche y la lluvia cae sobre la dormida ciudad.
Justo en el medio estás vos: Como una película de ciencia ficción.

Adiós a todo. La hora de volar. Irte lejos para nunca regresar.
Extendé tus alas lo más que podás, que la lluvia pronto se calmará.

Ignorá los semáforos rojos y las señales de alto.
Sobre todo rechazá lo que digan los demás.

Alejate lo más que podás. Mientras más rápido mejor.
Y si ves por ahí algún límite, acelerá más.

Lo más suicida aquí es soltar sus manos y dejarte caer.
Lo más sensato es escuchar a tu corazón y cuidarlo aún más

Una, dos o quince mil millas pueden ser pero ¿qué más tenés?
Quizá volvás algún día. Vos decidís y nadie más.

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La osa y la estrella

Una luz intensa, quizá la más brillante de todas, acarició suavemente el bosque a su paso. La gran mayoría de criaturas que lo habita no se percató de ello.

Una de las pocas despiertas era Ángela, la osa más joven de su manada. Quien con gran emoción, pensó que se trataba de esos trozos de piedra celestial que caen de vez en cuando. Corrió para averiguarlo. Sus cuatro patas, guiadas por su instinto, la llevaron hasta un cráter. Había cientos, no, miles de pequeños brillantitos esparcidos que irradiaban una paz penetrante para aquel que estuviera cerca. Una sensación nueva para Ángela. Sigue leyendo «La osa y la estrella»